Sobre mi

pastel de frutos secosDescubrí hace bien poco “el bienaventurado” mundo del blog gastronómico y gracias a pasearme por ellos, he aprendido muchísimas cosas, … tantas,  que mis bocas cercanas han disfrutado de todo ello,  de lo lindo.

Bien es cierto, que en principio lanzarse a esta aventura impresiona bastante, … hay muchos blogs ahí …y además muy bien atendidos, … diferentes propuestas, mucho estilo, con unas fotos impresionantes, pero con un nexo común “TODOS muy ricos”… pero  aún así, YO ME LANZO, a este mundo del mantel, en mi caso bleu (por darle un toque galo que tanto ha aportado a la cocina), aunque también podría haber sido urdina (azul en euskera), pues es la cocina vasca la que está en mis genes y sin ninguna duda, la responsable de esta pasión.

Me gusta comer bien, me gusta dar de comer, me gusta aprender y admirar cada día lo que todo el mundo que tengo a mi alrededor me comenta de sus comidas, … LA COMIDA ME DA MUCHAS ALEGRIAS.

Sin embargo, CONFIESO:  Tengo que superar un importante conflicto, mi obsesión por la repetición, … cuando algo me sale estupendo, … REPITO una , otra vez y otra, … menos mal que “mis bocas”, con ese cariño y buenas maneras que tienen, me dan un silbido inhumano y freno, domino mi vanidad y me pongo en orden a la búsqueda de otra cosa.

A mí en la cocina, me pasa lo que hace años me sugería un profesor de autoescuela, ante su desesperación por los trompicones que daba el coche por mi insistencia en ir metiéndole marcha tras marcha.  El me dijo “… no mires tanto el marcador, para meter las velocidades escucha al coche, él te las va pidiendo, …”.  Entre nosotros, a mi el coche nunca me ha pedido nada y ante esa falta de entendimiento, el coche que ahora tengo es automático, pero sí que ESO, me pasa entre fogones, las sartenes me llaman, los pucheros me hacen guiños y la thermomix, ésa directamente me arrea unos silbidos que me pierden.

Rebelde por naturaleza, sólo la cocina me ha hecho doblegarme hasta ponerme de rodillas y es que soy de esas pocas, que aún tienen el horno a los pies de la vitro. Y es ahí donde me coloco, … de rodillas, como si fuera un altar, como yo le miro a mi horno, desengañaros, nadie le mirará.

Paciencia y ahí me tenéis, espero que de vez en cuando os coléis en mi cocina.

Yo la puerta, la dejo abierta.

ON EGIN!  ¡ QUE APROVECHE ! , como decimos en mi tierra.